viernes, 27 de junio de 2008

EHHHH???? UFFFFFF¡¡¡¡¡

¿¿¿¿¿Qué hacer cuando necesitas desesperadamente contar algo y no encuentras a la persona adecuada para que lo sepa?????


jueves, 19 de junio de 2008

VAMOS A CONTAR

Es un recuerdo que sigue volviendo a mi mente cada vez que me acerco a Quesada. Mi padre, cuando nos ibamos acercando al pueblo cualquiera de los fines de semana que ibamos, nos decía a los niños, desesperados por el viaje, que contásemos hasta 20 y veríamos como aparecía al fondo el pueblo. 1, 2, 3, 4,.....y 20 y ¡zás! ahí estaba, entre y sobre cerros, Quesada. Nosotros, que nos cansábamos mucho en ese viaje, algunas veces hacíamos trampa y los veinte números los recitábamos muy rápido pero, ¡voilà!, al llegar a la veintena, el pueblo se nos presentaba ante nuestra asborta mirada que no entendía como no habíamos podido engañar a los números. Mucho tiempo después, (porque durante mucho tiempo yo he seguido pensando como era posible que contando rápido o despacio, llegásemos a la misma curva al nombrar el 20) fui consciente de la habilidad de nuestros padres de desviarnos la atención para que durante un momento dejásemos de contar cuando íbamos muy rápido y no iban a cuadrar las cuentas.

De mayor, sigo encontrando en el pueblo una válvula de escape y la compañía de grandes amigos lo que ayuda a que mis pies sigan echando raices en esta localidad serrana. Siempre he tenido allí mi segunda vivienda, antes la casa de mi abuelo y ahora la de mis padres. Cuando vivía en Martos o en la época que pasé en Madrid, siempre era allí donde pensaba para descansar o pasar una buena juerga con los amigos. Y sigue siendo así.



Me gustan sus casas blancas y sus calles empinadas; la calle Adentro, verdel refrescante de verde y flores escondido en el centro del pueblo. Me gusta su paisaje serrano alternando con los olivos y sus cientos de cortijos diseminados en el horizonte. Me gustan las mañanas de invierno desde la terraza de mi casa contemplando cumbres que la nieve pintó de blanco durante la madrugada y las calurosas tardes de agosto, de feria, de eternas ligás y granizadas bajo algún viejo olmo del jardin (ya sólo queda uno, una plaga acabó con los demás).



Me gustan los colores que arroja el cielo en los atardeceres de otoño. El aire. La lonja. La Magdalena y sus fiestas. El refugio que Tíscar ofrece al caminante, al peregrino, al visitante. La estrecha entrada a la Cueva del Agua y escuchar el estruendo del agua cuando cae por sus paredes y desniveles; bajar su montón de escaleras para disfrutar de ese trozo de naturaleza escondida y volver a subirlas.

Me gustan sus fiestas, esperar a que abran la puerta en la verbena de la feria para entrar, sin pagar, a bailar paquito el chocolatero agarrados a los amigos. La Traida de la Virgen y su despedida, San Miguel, el dia del Santo, San Antón, San Sebastián.

Me gusta su gente y su humor. Pasar las horas muertas en la barra de cualquier bar de charla con ellos y que se me acumule una cerveza tras otra en la barra porque con esa charla no me acuerdo ni de beber. Estar con ellos y sentirme una de ellos aunque lleve varios meses sin ir.

Tierra de conquistadores, de historiadores, poetas, pintores. Refugio de artistas. Tierras de leyendas, de histroria, de pasado y de futuro.

Eso es Quesada, si teneíS oportunidad de visitarla no la dejéis pasar, por mi parte estais invitados.

FAUSTO EN EL BERENJENAL

Hace unos días una amiga me dijo que yo padecía el síndrome de Fausto, lo dijo riéndose y dejándome a mi con la incertidumbre de qué era precisamente lo que me estaba llamando, seguro que me estaba insultando porque la cuestión surgió mientras se quejaba de que llevaba más de un mes intentando quedar conmigo y no había manera. Entenderéis que no me quedó más remedio que recurrir a internet para que me desvelase quién era el tal Fausto que me había dejado en vilo toda la tarde.

Pues Fausto no es otro que el título de la famosa obra de Goethe cuya lamentación del primer acto sirve para dar nombre a este síndrome que se define también como "bulimia intelectual" o "el hambre de conocimientos". "Las personas que lo padecen poseen un deseo compulsivo de leer y estudiar sin obtener de todo ello ninguna gratificación especial, más bien suelen constatar angustia al comprobar que nunca terminarán de aprender ni lo conocerán todo. Suelen poseer una gran cultura, reglada oficialmente o no y, cuando sus recursos se lo permiten, están en posesión de enormes bibliotecas cuyo rasgo común es la discontinuidad temática de las materias allí presentes, signo fehaciente de un conocimiento errático, no lineal y estéril profesionalmente.
El sujeto es tan consciente de su superioridad discursiva, que no consigue experimentar placer alguno en la socialización, por entender que no halla interlocutores lo bastante capacitados como para estimularle a una interacción comunicativa positiva. Cuando han de relacionarse públicamente es por force majeure. Incluso el reconocimiento público de su erudición les provoca un notable fastidio, cuando proviene de personas que poseen un listón cultural inferior al suyo.





No amiga, no. Yo no padezco este síndrome, tan sólo soy, en lenguaje del pueblo llano, "un culillo de mal asiento" que le gusta conocer aquello que le rodea, aunque es evidente que no lo consigo. Se podría decir, aludiendo también a expresiones populares, que me encanta meterme en "berenjenales". ¿Estudiar otra legislatura?, ¿por qué no?; perfeccionar los idiomas en el extranjero?, indispensable; ¿que quieres redecorar la casa?, yo te pinto los cuadros... Y si algún día me apetece cualquier otra cosa seguro que lo intentaré, aunque luego no consiga salir del berenjenal. Ah, tiempo para una cervecita, una visita y una llamada de teléfono siempre hay.

miércoles, 18 de junio de 2008

TOC, TOC


¿¿ SE PUEDE PASAR??