jueves, 27 de marzo de 2008

HAY DIAS....

Quizás haya dias en los que tu mente se niega a estar en el lugar donde pretendes encasillarla y busca parcelas en paraisos externos a los edenes aprendidos. Es posible que nunca comprendamos el por qué de mil cuestiones, pero es más seguro aún que no queramos obtener la confirmación que sobre su certeza tenemos; que queramos escapar de nuestra realidad para poder refugiarnos en ella.
Hay dias en los que no me veo ni en el espejo y buscando mi imagen me escondo en él.






Tal vez sea cierto que el hombre dejó de poder volar en el momento en el que dejó de soñar.....

miércoles, 19 de marzo de 2008

ES SEMANA SANTA


Inmersos ya en la Semana Santa, es miércoles santo y está lloviendo, con el poco me tiempo que últimamente me reservo para pasear por la red, hoy quiero dejar constancia de estas fechas mientras preraron mi maleta para, este años junto a mis primos, disfrutar de la Semana Santa en cualquier rincón de Andalucia (nos vamos mañana y aún no sabemos donde).
Os dejo uno de mis textos sobre la Semana Santa marteña



DESDE OTRA LENTE

Se presentó ante mí una oscura noche de Viernes santo. Las nubes encapotaban el cielo de mi querido pueblo y tras ellas, de manera fugaz, el farol del cielo iba guiando los pasos tranquilos del que busca el camino de la oración. Las empinadas calles que conducen hasta tu casa rebosaban de almas que iban a tu encuentro y que saludaban bajo el anonimato y el capote de las sombras; fatigosos y deseosos de ver de nuevo tu rostro, de seguir un año más tus pasos, y de consolarte, acompañarte, saberse arropados bajo el manto de la madre amantísima que en la soledad de la noche triste busca el consuelo, la respuesta a un dolor que traspasa el pecho, cual daga que atraviesa un corazón que queda inerte.

Próxima ya la hora de la cita, la multitud concentrada ante tu puerta dificulta el paso. Todo el mundo está allí, convirtiendo tu soledad en débil esperanza de encuentro. Y también yo estoy ahí. Tras el ojo de cristal con el que te miro apareces tú, en tu desnuda soledad, vestida por cirios encendidos, cruces, negros capirotes y blancos aromas de claveles que alfombran tus pies cansados. El pañuelo que seca tus lágrimas se balancea al vaivén de los hombros que soportan tu carga. Y la mia se hace ligera, compartes mi peso, y me saludas.



Es nuestro primer encuentro y siento habernos conocido siempre. Me presento ante ti y me invitas a ayudarte en tu búsqueda, en tu caminar errante por las calles que tantas veces recorrí y por las que hoy, tú, me guías con pasos cansados, decididos, que siguen a un ronco rumor. Y a tu paso, la gente se aparta para dejar libre el camino que has de recorrer, un año más, como si fuera el primero, redimiendo la angustia y desazón de los hombres y mujeres que en muda penitencia esperan la caricia que le ofrecen tus manos.

Y miro hacia ariba. También allí te esperaban, hasta las nubes se abren al llegar la medianoche para dejar pasar la luz de la luna llena que ha de iluminar nuestro caminar. Avanzamos entre el silencio tan sólo roto por el latido de los que te esperaban y un solitario tambor anuncia tu llegada.

Mi objetivo capta tu imagen tras el crepitar de ardientes cruces a las que yo, pecador, arrojo mis pensamientos más secretos. Y te miro. En tus cristalinos ojos veo reflejada la llama del fuego purificador y comprendo que la búsqueda está dando resultado. En esos ojos está él, el Hijo que triunfante pasa ante los gritos de ¡Hosanna!; el que con humildad y paciencia soporta un juicio injusto; el que ha sido cautivo del egoismo humano. El mismo que reza bajo el amparo de un olivo marteño. Aquel que en silencio levanta su cruz y carga también con la nuestra. El que ama, el que perdona, el que muere, el que nos consuela entregándonos su más valiosa posesión. Su Madre.

Pasan las horas y las calles vuelven a estrecharse para abrigarte bajo sus muros blancos; las estrellas sonríen a tu paso reflejando el brillo de tu corona. Sosegada serenidad de Viernes Santo marteño.

Y de repente a solas contigo quedo. Es a mi a quien diriges tu cándida mirada, me hablas con ahogadas palabras en las que resuena la esperanza de volver a encontrarnos un año más, fieles a la cita, para de nuevo emprender juntas la búsqueda, el camino.
*Gracias Luis por la foto