miércoles, 23 de abril de 2008

DIA DEL LIBRO 2008






"Leer es vivir dos veces"

(Antonio Gamoneda)


lunes, 14 de abril de 2008

HUELE A MADRID


Desde hace unos días, cada vez que llego a trabajar, la imagen de mi último piso en Madrid me vuelve a la retina. Cosas del olfato: en el último pedido de droguería nos han mandado el ambientador con la misma fragancia que el que usaba mi compañera de piso. Frescor de Hierbas del Bosque.

Desde pequeña, mi memoria olfativa ha sido mucho mejor que cualquier otra, pero es fácil acordarse cuando al reconocer olores del pasado, la imagen de la situación se te presenta nítida como una fotografía. Y todo ello a pesar de mi, en principio, mala relación con los olores: no soporto los olores fuertes, y no sólo hablo de los desagradables. Un olor intenso, sea bueno o malo (aqui también habría mucho que escribir) me provoca mareos, naúseas y más. Yo prefiero que las cosas no huelan, o al menos que su olor no lo inunde todo.

No puedo estar junto a una persona que haya abrazado el bote de colonia (menos aún si está peleada con él, o lo que es peor, con el agua). No me gusta el olor a gasolina, ni a pintura. No me gusta llegar a casa y, desde el portal, saber qué va a comer cada vecino. A pesar de todo ello, no estoy peleada con mi sentido olfativo, todo lo contrario; es que mi nariz necesita intuir y buscar esos aromas, no que se los metan a la fuerza.

EN LA COCINA. Soy una amante de las especias, eso sí, en su justa medida. Es a través del olfato y no del gusto como pruebo la comida mientras la cocino. Soy capaz de extraer un alto porcentaje de los ingredientes de una receta tan sólo oliendo.

EN LAS PERSONAS. Las suelo recordar por su olor. Sí, y digo su olor y no su perfume, en primer lugar porque una misma fragancia huele distinto según la persona que la use. Y en segundo lugar, porque a cada uno yo les asocio un olor, normalmente el del perfume que habitualmente usan, pero también aquel que probaron sólo una vez pero fue el que se me quedó grabado. Así, Jesús huele a Jop, me imagino que ya habrá cambiado, pero cada vez que coincido con ese olor -rara vez debo decir-, huelo a Jesús. Somaya es Lolita Lempika, Yaiza/Ángel, Antonio/GEF, Laura/Noa, mamá/Organza, mi hermano, jaja, no sé lo que me pasa pero cada vez que huelo el Reflex me acuerdo de mi hermano (se me quedaría grabado ese olor en su época de esginces y contracturas)...

Un perfume no te debe delatar nada más abrir la puerta, desde estar en su justa medida y ser sutil, que no te huela nada más que quien te debe oler cuando se acerquen a ti para saludarte, darte un abrazo y que sea en el contacto directo en el que descubra ese tu esencia que no va a olvidar jamás. Yo, después de varios años de búsqueda, he encontrado el mio.

Hay olores que tiene la facultad de ponerme de mal humor (por eso mejor ni nombrarlos) y otros que evocan recuerdos y sensaciones muy agradables. El olor a yerba recién cortada, a tierra mojada, a pan recién hecho, a libro nuevo, sábanas limpias, el olor a cloro en verano, azahar y romero, brisa de mar, piruleta de corazón, té moruno, la piel de un bebé, periódico, pastas de té..........

¿Cuál o cuales son tus olores?

viernes, 4 de abril de 2008

HA MUERTO EL HOMBRE DE LOS BOTINES

O de cómo la imaginación crea sus propios personajes.



No sabiamos su nombre, ni su edad, no conocíamos ningún aspecto de su vida, no lo conocíamos a él pero, para nosotros, el hombre de los botines se llamaba José, era el patriarca de una gran familia gitana y desayunaban churros los domingos. Una de sus nietas acababa de empezar a estudiar enfermería, el primer universitario de la familia y además, Mujer.

Y hace unos dias una amiga me llamó para decirme que habia muerto el hombre de los botines.

Nuestra historia con el hombre de los botines (hasta que pasó mucho tiempo no fue José) comenzó hace dos o tres años.

Un amigo se traslada vivir a Jaén y cada día, cuando va al entrenamiento se cruza, cerca de su casa, con un hombre. De unos sesenta años, pelo negro, muy negro, corto de estatura y andares muy peculiares. Calza unos viejos botines de charol negro y con tacón y viste una gabardina gris.

Mi amigo, inmigrante en esta y otras tierras, acostumbrado como estaba a cargar con su equipaje de una ciudad a otra, con los años había desarrollado la costumbre de imaginarse la vida de las personas a las que aún no conocía. De hecho, yo misma, antes de que nos conociéramos, era para él una pintora artística, diseñadora de moda o cantante ( en lo primero tendría que decirle que hoy día no iba tan descaminado). Pero volvamos a la historia de José.

Un día que paseábamos por Jaén nos cruzamos con el hombre de los botines y mi amigo siguió con la mirada todo su recorrido. Al observar la situación, mi curiosidad me llevó a preguntarle que quién era y con toda natualidad me respondió: -mi vecino, el de los botines-.

Imaginen, me quedé como estaba. Resulta que llevaba dos semanas viviendo en Jaén y ese hombre era la primera persona a la que vio cuando salió de casa el primer dia. Le llamó mucho la atención que con el calor que hacía, el hombre fuera enfundado en su gabardina gris la que, por cierto, lucía de manera muy elegante. Pasaban los días y seguía cruzándose en la calle con él aunque no se acercó nunca a hablarle. Pero esa rutina no le inspiró otra cosa que una vida paralela que inventó. Me contó otra tarde que había decidido que ese hombre se llamaba José, era el patriarca de una gran familia gitana y que de joven había sido un gran bailaor (de ahí que se negara a desprenderse de los botines, lo de la gabardina no encontró aún explicación). Tenía más de veinte nietos de los que se sentía tremendamente orgulloso y de hecho, todos los domingos la familia se reunia en su casa para desayunar juntos churros con chocolate que él mismo acababa de salir a comprar. Mi amigo también dedidía qué era lo que le pasaba cada día: si lo veía especialmente sonriente era porque su nieta, la única universitaria de la familia, había aprobado su primer exámen en la facultad. Si, por el contrario lo veía con el ceño fruncido, deducía que ese día había discutido con su mujer porque ésta insistía en que tirara la vieja gabardina ya roida.




Ese día me lo presentó y, poco a poco, se convirtió en un elemento más de mi paisaje habitual. Cuando quedábamos, nos gustaba hacerlo cerca de su casa para ver si nos encontrábamos con José. Nos inventábamos lo que había comido, la nota que su nieta habia sacado en el último exámen, lo bien que le iba a uno de sus hijos en los negocios, la llamada que habia recibido de un peña flamenca para hacerle un homenaje por su trayectoria....

Mi amigo dejó Jaén y yo de encontrarme con José cada martes pero, fruto del azar, varios meses después, una de mis amigas recayó a vivir por la misma zona. ¡Sorpresa!, el primer dia que voy a verla, me cruzo con José. Ya también se lo presenté a ella, no podía hacer otra cosa: ambas seguimos deparándole sorpresas, ilusiones, aunque también alguna decepción, cada día que lo veiamos, ya fuesemos juntas o por separado.

Pero hace unos días mi amiga me llamó para decirme que el hombre de los botines había muerto. Resultó ser vecino de una compañera suya de clase, y hace unos dias, cuando fue a recogerla a casa vio una esquela en la puerta de su edificio.
-¿Quién ha muerto?-le preguntó.
-Un vecino, a lo mejor te suena de verlo por la calle, iba siempre con gabardina y botines de charol negro.

Se llamaba Manuel.

jueves, 3 de abril de 2008

TODO ESTÁ EN VENTA

¿¿¿¿Cuánto vale tu intimidad????



Aunque resulte contradictorio con el voayerismo latente en ventanas de exhibición como ésta, soy muy celosa de mi intimidad. Hablo mucho, hasta por los codos, pero de lo que me apetece hablar y, en una sociedad como en la que vivimos en la que todo está en venta, creo que eso -la intimidad- es algo que nunca vendería.

Es cierto que hay muchas personas que se lucran comerciando con su vida intima, lo respeto, pero también es cierto que sólo dan conocer aquello que quieren. Eso de que "yo estoy tranquila por que no tengo nada que esconder", ¿es cierto siempre?. Así lo creía, que actuar con coherencia es la única y mejor garantia de todos tus actos, pero hoy no estoy segura del todo. ¿Quién puede decir que no le importaría que todo el mundo conociese cada uno de los pasos que ha dado en su vida, incluso de los que ha dejado de dar?; ¿quién no tiene un secreto que no le gustaría que nunca se revelase?. ¿Qué precio tiene tu más "intima intimidad"?.

100.000 euros. Esa es la cifra máxima que puedes ganar en un nuevo programa de televisión si te sometes al polígrafo y dejas que escarben en tu vida, que juzguen tus actuaciones y te obliguen a reconocer tus miserias (que todos las tenemos....). Tener que reconocer que eres una mala madre o que pagarias por hacer daño a tu pareja son algunas de las consecuencias de participar en este nuevo show televisivo.

Y tú, ¿por cuánto la venderías?......