jueves, 19 de junio de 2008

VAMOS A CONTAR

Es un recuerdo que sigue volviendo a mi mente cada vez que me acerco a Quesada. Mi padre, cuando nos ibamos acercando al pueblo cualquiera de los fines de semana que ibamos, nos decía a los niños, desesperados por el viaje, que contásemos hasta 20 y veríamos como aparecía al fondo el pueblo. 1, 2, 3, 4,.....y 20 y ¡zás! ahí estaba, entre y sobre cerros, Quesada. Nosotros, que nos cansábamos mucho en ese viaje, algunas veces hacíamos trampa y los veinte números los recitábamos muy rápido pero, ¡voilà!, al llegar a la veintena, el pueblo se nos presentaba ante nuestra asborta mirada que no entendía como no habíamos podido engañar a los números. Mucho tiempo después, (porque durante mucho tiempo yo he seguido pensando como era posible que contando rápido o despacio, llegásemos a la misma curva al nombrar el 20) fui consciente de la habilidad de nuestros padres de desviarnos la atención para que durante un momento dejásemos de contar cuando íbamos muy rápido y no iban a cuadrar las cuentas.

De mayor, sigo encontrando en el pueblo una válvula de escape y la compañía de grandes amigos lo que ayuda a que mis pies sigan echando raices en esta localidad serrana. Siempre he tenido allí mi segunda vivienda, antes la casa de mi abuelo y ahora la de mis padres. Cuando vivía en Martos o en la época que pasé en Madrid, siempre era allí donde pensaba para descansar o pasar una buena juerga con los amigos. Y sigue siendo así.



Me gustan sus casas blancas y sus calles empinadas; la calle Adentro, verdel refrescante de verde y flores escondido en el centro del pueblo. Me gusta su paisaje serrano alternando con los olivos y sus cientos de cortijos diseminados en el horizonte. Me gustan las mañanas de invierno desde la terraza de mi casa contemplando cumbres que la nieve pintó de blanco durante la madrugada y las calurosas tardes de agosto, de feria, de eternas ligás y granizadas bajo algún viejo olmo del jardin (ya sólo queda uno, una plaga acabó con los demás).



Me gustan los colores que arroja el cielo en los atardeceres de otoño. El aire. La lonja. La Magdalena y sus fiestas. El refugio que Tíscar ofrece al caminante, al peregrino, al visitante. La estrecha entrada a la Cueva del Agua y escuchar el estruendo del agua cuando cae por sus paredes y desniveles; bajar su montón de escaleras para disfrutar de ese trozo de naturaleza escondida y volver a subirlas.

Me gustan sus fiestas, esperar a que abran la puerta en la verbena de la feria para entrar, sin pagar, a bailar paquito el chocolatero agarrados a los amigos. La Traida de la Virgen y su despedida, San Miguel, el dia del Santo, San Antón, San Sebastián.

Me gusta su gente y su humor. Pasar las horas muertas en la barra de cualquier bar de charla con ellos y que se me acumule una cerveza tras otra en la barra porque con esa charla no me acuerdo ni de beber. Estar con ellos y sentirme una de ellos aunque lleve varios meses sin ir.

Tierra de conquistadores, de historiadores, poetas, pintores. Refugio de artistas. Tierras de leyendas, de histroria, de pasado y de futuro.

Eso es Quesada, si teneíS oportunidad de visitarla no la dejéis pasar, por mi parte estais invitados.

3 comentarios:

Ana dijo...

No he estado nunca en Quesada, mas por lo que cuentas tiene que ser bonita.
Un beso!

compañeradeviaje dijo...

No sé si será por el cariño que le tengo pero es un "pueblo" especial. Si te gusta el paisaje de la sierra,tiene unos rincones únicos. Por cierto, el Guadalquivir nace en el término municipal de Quesada. Invitada estás.
Un saludo

Virlanda dijo...

Quesada, tierra de contradicciones, lugar en el que me siento en casa y sin embargo me siento ya lejos del hogar, tierra a la que siempre quiero volver y sin embargo siempre me da pereza llegar, tierra de amigos de la infancia y donde faltan los amigos de juventud...mi tierra y tambien la tuya